11 de
julio de 2017 JAIME NOGUERA, RBTH
El plan
estadounidense establecía el lanzamiento de 300 bombas nucleares y otras 29.000
bombas convencionales sobre 200 objetivos y cerca de 100 ciudades y pueblos de
la Unión Soviética, para así acabar de un solo golpe con el 85% del potencial
industrial del país.
Nada más
terminar la Segunda Guerra Mundial los EEUU, que eran los únicos poseedores de
armamento atómico, estudiaron la posibilidad de lanzar un ataque “preventivo”
contra la Unión Soviética que eliminase del tablero de juego a la superpotencia
de las fichas rojas. Los Estados Unidos temían una posible invasión de la URSS
en Europa occidental, Oriente Medio y Japón.
En
septiembre de 1948, el presidente estadounidense Harry S. Truman aprobó un
documento del Consejo de Seguridad Nacional (NSC 30) sobre “La política de
la Guerra Atómica”, que declaró que los Estados Unidos debía estar preparado
para “utilizar con prontitud y eficacia todos los medios apropiados
disponibles, incluidas las armas atómicas, en interés de la seguridad nacional
y que debía planificar en consecuencia”.
Harry S.
Truman (en el centro) junto a Iosif Stálin y Winston Churchill.Fuente: Dominio
público
Curtis
LeMay, verdugo frustrado de la URSS
El
General LeMay era famoso por haber dirigido la campaña de bombardeos
estratégicos contra el Japón, que concluyó con el bombardeo nuclear de las
ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Esto le valió recibir Doctorados Honoris
Causa en Leyes en las universidades John Carroll, Kenyon College, la
Universidad del Sur de California la Universidad Creighton y la Universidad de
Akron, entre otras distinciones.
Luego
organizó el Mando Aéreo Estratégico (SAC o Strategic Air Command, instancia
suprema de mando de las fuerzas aéreas estratégicas de Estados Unidos) como
organismo para gestionar una posible guerra nuclear durante la guerra fría.
Evidentemente: contra la URSS. Antes de que este organismo estuviese
totalmente operativo, en 1949, LeMay propuso lanzar el inventario atómico
completo en manos de EE UU (133 bombas) contra 70 ciudades soviéticas y
capitales de Europa del Este en un período de 30 días. Basaba su estrategia en
que los soviéticos no tenían una fuerza capaz de equiparar al SAC en esos
momentos y el tiempo jugaba en favor de los rusos.
Curtis E. LeMay durante la Guerra Fría como Jefe del SAC (Strategic Air Command, Mando
Aéreo Estratégico) de la Fuerza Aérea de EE UU. Fuente: Dominio público
Dropshot:
el plan de Washington para el fin del mundo
El 1949
se elaboró el plan Dropshot, que preveía que EE UU atacaran la Rusia
soviética y arrojaran más de 300 bombas nucleares y 20.000 toneladas de bombas
convencionales en 200 objetivos situados en 100 áreas urbanas, incluyendo Moscú
y Leningrado (el actual San Petersburgo).
Además,
se confeccionó una lista de blancos para ataques nucleares en los territorios
de la Unión Soviética y sus aliados que contenía la friolera de mil doscientas
ciudades desde Alemania Oriental en Occidente hasta China en el Oriente.
Moscú encabezaba la lista con 179 "blancos designados" (entre ellos,
la mismísima Plaza Roja) mientras que en Leningrado se habían fijado 145. La
potencia del armamento atómico empleado fluctuaría entre 1,7 y 9 megatones (la
bomba atómica Little Boy, arrojada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 era
de aproximadamente 0,013-0,018 megatones).
Berlín
Oriental, como Varsovia (Polonia) o Budapest (Hungría), estaba en la lista
junto a otras ciudades ubicadas más allá de las fronteras soviéticas e incluía
a 91 blancos designados.
Entre 75
o 100 de los 300 artefactos nucleares tendrían la misión de destruir en tierra
la aviación soviética de combate. Sin embargo, lo más perturbador de los
listados de objetivos que pueden revisarse en The National Security
Archive desde su desclasificación en el año 2015, era una serie de
objetivos que aparecían bajo el epígrafe “Categoría 275” u “objetivos de
población”. Se estimaba que, con el ataque norteamericano, morirían unas 60
millones de personas.
En caso
de que la URSS se negara a rendirse tras el devastador ataque, Estados Unidos
continuaría bombardeando regularmente las áreas urbanas e industriales hasta
conseguir su destrucción total.
Además,
los planificadores proponían dar inicio a una campaña terrestre contra la URSS
para obtener una “victoria completa” con los aliados europeos.
Pero los
planes norteamericanos iban más allá de la actual Rusia. Beijing aparecía en el
top 20 (era la número 13) de las ciudades objetivo de los bombarderos de EE UU,
con 23 zonas identificadas para ser devastadas.
¿Cómo
planeaban hacerlo?
Según
los documentos desclasificados en 2015, las cabezas nucleares serían lanzadas
desde aviones emplazados en bases de Reino Unido, Marruecos y España. Además,
se emplearían bombarderos intercontinentales B-52, que en los momentos de la
confección del plan agresor estaban empezando a ser distribuidos a la Fuerza
Aérea de EE UU.
Fuente:
Dominio público
¿Qué
pasó entonces?
Según el
libro Operation World War III: Secret American Plan("Dropshot") for War with the Soviet Union in 1957 de
Anthony Cave Brown (leer también https://etd.ohiolink.edu/rws_etd/document/get/ohiou1213197004/inline) durante un largo periodo de tiempo, el único obstáculo en el
camino para iniciar ese ataque nuclear masivo fue que el Pentágono no poseía
suficientes bombas atómicas (en 1948 Washington se regodeaba de tener un
arsenal de 50 bombas de este tipo), ni de disponer de aviones para llevar a
cabo el ataque. Por ejemplo, ese mismo año la Fuerza Aérea de Estados Unidos
tenía sólo treinta y dos bombarderos B-29 modificados para arrojar los mortales
ingenios radioactivos.
En 1949
el arsenal nuclear de EE UU había alcanzado ya las 250 bombas atómicas y
el Pentágono llegó a la conclusión de que una victoria sobre la Unión Soviética
era ya “posible”. Por suerte para el género humano, la prueba de la bomba
atómica soviética ese mismo verano asestó un duro golpe a los planes
militaristas estadounidenses. Así lo describe profesor Donald Angus MacKenzie,
de la Universidad de Edimburgo, en su ensayo “Planificación de la Guerra
Nuclear y Estrategias de coacción Nuclear”.
“La prueba de la bomba atómica soviética el 29 de agosto de 1949, sacudió
profundamente a los estadounidenses, que habían creído que su monopolio atómico
podría durar mucho más tiempo. Sin embargo, no alteró de forma inmediata el
modelo de planificación de la guerra. La cuestión clave a considerar era qué
nivel de daño forzaría una rendición Soviética”.
Fuente:
Getty Images
El héroe
olvidado
En enero
de 1950, el científico Klaus Fuchs, físico teórico nacido en Alemania y miembro
del equipo del Proyecto Manhattan, que construyó la primera bomba atómica de
Estados Unidos, fue arrestado, juzgado y (tras reconocer su culpabilidad)
sentenciado a catorce años de prisión por pasar secretos militares a una nación
aliada (sí, la Unión Soviética todavía, de cara a la galería, estaba catalogada
como estado aliado).
Fuchs
había suministrado información vital a la Unión Soviética sobre el Proyecto
Manhattan de forma absolutamente desinteresada, partiendo de sus convicciones
políticas y la certeza del profundo peligro que suponía el monopolio nuclear
que pretendió lograr Estados Unidos. Esto sirvió de forma decisiva para
que los soviéticos creasen su propia arma nuclear.
Fuente:
Dominio público
El
estado soviético agradeció a Fuchs sus actos condecorándolo con la Orden de la
Amistad de los Pueblos, uno de los más altos galardones de la Unión
Soviética. Fue liberado el 23 de junio de 1959, tras lo que emigró a
Alemania Oriental, donde continuó con su carrera científica, logrando una
considerable prominencia. Murió en 1988.
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