RECETAS DE VIDA------VITOR BROTAS
Fernando Alves: Vítor Brotas es médico en el “Hospital dos
Capuchos”, no tiene celular, pero puede ser encontrado, fácilmente, durante
todo el día, en Medicina 3. Cuando
llego, a la hora convenida, ya después de terminar su turno de ese día, preparo
la grabadora para la entrevista sobre el trabajo clínico y también sobre las
esculturas que va haciendo con los troncos de los árboles abatidos por la
“Câmara Municipal de Lisboa”. Me pide que espere algunos minutos más, mientras
va a ver que está sucediendo con un enfermo que grita al fondo de uno de los
pasillos sombríos del hospital. Le pregunto si, al final de un día de intenso
trabajo, un gemido al fondo del pasillo aun es una alarma para sus oídos, pero
él no parece poner mucha atención a esta pregunta excepto por el hecho de que
ella nos regresa hacia el desespero del dolor y como si, deliberadamente
quemase etapas, comienza a hablar de una casi obsesiva atracción por el
ejercicio físico, compartiendo el episodio de los tiempos en que practicando el “BTT”, se convenció de que era, como el
mismo lo dice, un gran atleta, preparándose para entrar en prueba con una
actitud muy competitiva.
Vítor Brotas: La primera prueba en la que entré así…muy en
serio…más a serio, fue en las “24h do BTT” que se realizaron…las primeras en
Portugal…en Vila de Rei. En ese año quedé en 2º lugar y yo creía que era el más
grande. De esa forma alimenté una cosa que es desagradable, porque el querer
ganar alguna cosa, es una completa banalidad, porque cuando las personas
quieren ganar algo, pierden su alma. Que significa eso?
Es porque después uno se desvía por otro tipo de actitud, una
forma, un tipo de comportamiento, un tipo que es obsesivo, que es estúpido,
porque la familia queda apartada; después uno desea entrenar esto, entrenar
aquello, después viene también la profesión
y eso…y por lo tanto mi familia sofrió mucho con eso.
Después hice una 2ª prueba. La cosa no salió totalmente bien y
en la 3ª prueba yo quería ganar aquello, que es la peor estupidez que nos puede
suceder. Entonces en esa prueba yo me fregué; tuve un accidente muy violento y
caí. Inmediatamente me di cuenta de que era una cosa grave; comencé a ver mi
barriga a palpitar y aumentar de volumen, tenía una ruptura muy grande en el
abdomen y comencé a desmayar. En ese momento pensé que en efecto iba a morir y
pensé así (estaba en el medio del mato, en el medio de todo aquello, de unas
piedras) y pensé: ”Bien, esto es el último momento”, (porque como soy médico,
percibí la gravedad de la situación y creía que estaba con una hemorragia interna).
Pensé: “Bien, estos son tus últimos momentos; pero repara bien
que tuviste una vida buena, hasta ahora, con tantas cosas!”
En efecto, yo viví una vida feliz hasta hoy! Es una cosa…parece como
si las pasarelas se extendieran al frente y es solo pasar por ellas con placer,
con gusto, con todo lo que la vida tiene de bueno y me lo ha dado y yo dije,
(en esa época, no recuerdo cuantos años tenía, 44, 45 o 46, no recuerdo bien) y
pensé: “esta también es la edad para morir. Está bien, es solo terminar y
listo! Es todo lo que tienes, tu cuerpo y todo eso va a ser compartido, también las moléculas, todo
será compartido. Es una división que tú tienes, es una buena cosa, viviste una
vida muy buena”.
Efectivamente es una cosa extraña, pues las personas dicen que
cuando pasan por estos momentos muy desesperantes, se les pasa por la mente
como que una película de sus vidas. Para mí fue el recordar y reconocer que
tuve una vida muy buena hasta hoy.
Yo siempre me siento de vacaciones: cuando vengo para el
hospital, cuando vengo para los sitios, cuando vengo a trabajar, etc. Conozco
personas nuevas todos los días, conozco historias nuevas todos los días,
conozco personas que me brindan sus historias de corazón abierto, a veces desde
lo más íntimo de sus seres. Eso para mí es un placer inmenso.
Después el otro placer es poder ayudar a las personas, poder
estar con ellas; ponerme a su lado es otro placer inmenso. Realmente esta vida
me ha proporcionado mucho.
Fernando Alves: y estando rodeado de sufrimiento…para Vítor
Brotas ese es uno de los dilemas más perturbadores de esta profesión.
Vítor Brotas: A veces me siento un poco solo en esta cuestión
del sufrimiento, porque escucho las cosas, convivo con ellas y muchas personas…ayudo
a muchas personas en el momento de su muerte, ayudo a muchas personas en un
momento de sufrimiento intenso y comparto eso solo conmigo. Por qué ir para la
casa y contárselo a mi mujer? Para qué contárselo a mis colegas? Por qué compartir
esto? Eso queda para mí. Eso me causa algún sufrimiento personal es cierto,
pero yo también sé que alguien lo tiene que hacer. Y a mí me anima hacerlo.
Pero, en efecto, eso que dice…el sufrimiento es una cosa que me impresiona
mucho, el sufrimiento de otras personas, el mío, el de todos, es una cosa que
me impresiona mucho. Pero es algo que guardo para mí y por eso a veces yo
necesito de pequeñas escapadas, pequeñas exteriorizaciones que no sean solo
medicina, por lo tanto, me dedico a otras cosas que no tienen nada que ver con
la medicina.
Fernando Alves: Y eso explica la apuesta en la BTT y en el
ejercicio físico. Vítor Brotas abandonó apenas la actitud competitiva, no el
gusto por el ejercicio físico y la bicicleta, pero borró del mapa el lugar
donde iba perdiendo la vida.
Vítor Brotas: Abandoné la BTT. No regresé más a ese lugar y
monto en la bicicleta apenas para dar un paseíto con mi mujer y eso ya es
mucho.
Fernando Alves: Pero Vítor Brotas no está contra la BTT…o antes
por el contrario?
Vítor Brotas: Yo no desaconsejo a nadie que haga BTT, incluso
porque es muy interesante y hay otra cosa muy divertida, es decir, en esa época
cuando yo estaba muy entrenado tenía la sensación de que no conseguía cansarme
y podía montar en la bicicleta e ir directo, por ejemplo…ir hasta…de Coruche
a…no sé. A Mora u otro lugar cualquiera, sin ir por calles ni nada; iba muy
tranquilo, no tenía problemas, por lo tanto aquello es muy agradable. El
problema está en cuando uno se arriesga por ejemplo, para intentar ganar alguna
cosa, para llegar antes que los demás o algo así.
Ese tipo de actitud, de comportamiento es arriesgado y yo creo
que debe ser reservado para especialistas, para personas que hagan de eso y que
hagan eso con calidad. No como yo que apenas me montaba en la bicicleta y
fuerza en las piernas y a pedalear. No tenía aquella habilidad intrínseca que
muchos niños tienen y que ya nacieron a caballo en la bicicleta.
Fernando Alves: Para el médico al que le gusta el ejercicio
físico pero rehúsa la competencia obsesiva, el placer de largos paseos en
bicicleta por el campo aun subiste, viendo aquello que la prisa de las
autopistas no nos deja ver.
Vítor Brotas: Cuando vamos de bicicleta los animales…salvajes,
aquellos animalitos que nosotros vemos, no se dan cuenta de que está viniendo
un hombre, porque no hay aquel pisar de los pies al caminar e entonces nosotros
podemos acercarnos e ver…conejos que huyen, liebres, no sé… (y allá en mi zona
hay personas que crían faisanes para después usarlos en cazadas) e incluso
faisanes y perdices que se sueltan e esto y aquello…es muy interesante observar
todos esos aspectos.
Pero todo en la vida pasa por fases y yo tuve el gusto de pasar
todas esas fases y muchas otras más en la vida. Y las retengo a todas, las
aprecio a todas y me encanta recordarlas todas.
Hace poco, por ejemplo, ud. me preguntó si yo retengo estas
pequeñas historias. Yo tengo mucha dificultad con los nombres. Por ejemplo,
recordar inmediatamente el nombre de las personas es difícil para mí, pero como
en medicina nosotros entrenamos siempre pequeñas historias, para mí no es
apenas un nombre. Me acuerdo del nombre completo de una persona por la
musicalidad que ese nombre contiene; pero no me acuerdo del primer nombre de
esa persona inmediatamente. Pero si esa persona me dice su primer nombre, yo le
digo el nombre completo por la musicalidad.
Esa música que está en el oído es muy importante, porque
nosotros en medicina nos habituamos a oír y retener pequeñas historias. La
persona que nos cuenta que tiene este dolor así y así, que surgió en aquel
momento y que tiene… no sé…pero que también tiene un perrito que se llama…todo
eso es la persona. Pero no es solo aquello que es la persona, es decir, el
médico debe tomar en cuenta todo lo que la persona dice, no solo por palabras
pero por los gestos, por la mirada, lo que no está expreso en palabras.
Fernando Alves: Pero Vítor Brotas retiene más que palabras,
gestos o miradas, de sus enfermos.
Vítor Brotas: Yo consigo notar incluso el perfume que la persona
trae puesto, si es nuevo o no y se lo digo: ah ud. hoy trae un perfume
nuevo,-Si! y como lo adivinó? Ah la otra vez era otro perfume. Yo no sé cual
era, pero sé que era distinto, porque aquello queda retenido en mí. Por ejemplo
el caminar de la persona; yo consigo percibir quien es la persona que está
llegando solo por sus pasos. Para mí todas estas señales son el conjunto de
alguien y son muy importantes.
Hace poco cuando yo le pregunté dos veces cual era su nombre yo
no sé si se quedó pensando: “este tipo es medio chiflado”, pero no. En efecto
tengo alguna dificultad con los nombres inicialmente, pero es porque las
personas, para mí, son mucho más que nombres: son olores, son afectos, son una
cantidad de cosas. Eso yo lo retengo. Lo aprendí con la medicina pero ya lo
había aprendido mucho tiempo antes, porque yo soy de una aldea y en las aldeas
uno aprende mucho más cosas que en la ciudad.
Fernando Alves: La aldea donde nació se llama Erra. Ora, Erra, es
como el nombre que lo obliga a acertar siempre?
Vítor Brotas: No. Lo que nosotros tenemos, siempre, es mucho
orgullo de nuestra tierra. Siempre nos parece que nuestra tierra es la mejor de
todas, pero aquella tierra es muy especial. Cuando yo viví allá aún era un niño
y fui niño de pies descalzos, andaba descalzo durante el verano y durante el
invierno teníamos botines de goma (los que los tenían) para andar encima de las
pozas de hielo y de todas aquellas cosas; pero lo más gracioso en aquella
tierra en esa época en que yo viví allá, es que ella parecía haber parado en el
tiempo. Las casas eran de adobe, el piso era de tierra calcada. Y cuando las
viejitas aguaban la casa durante el verano para no levantar polvo (porque
aquello levantaba polvo) nosotros los niños íbamos allá descalzos y hacíamos
diseños en el piso, lo que lógicamente las dejaba muy molestas; también
resbalábamos en sus asientos, etc…
Era muy divertido, viví una juventud muy divertida allá.
Fernando Alves: Iba jugar al Sorraia o era
lejos?
Vítor Brotas: El Sorraia, sí. Aunque el Sorraia era un problema,
porque yo nunca supe nadar, nunca aprendí e nado muy mal; por lo tanto tuve
siempre una cierta mala pata para el agua, pero íbamos a los baños al Sorraia,
íbamos a los Pegos, robábamos fruta, hacíamos todas aquellas cosas que los
muchachos hacen. Éramos unos muchachos muy, muy, muy traviesos. Es casi raro el
día, que yo me acuerde, en que no llevaba unas palmadas de mi padre u otra
persona cualquiera, porque los muchachos eran realmente, terribles.
Fernando Alves: Pues, fue justamente en esos días de una
felicidad errante, en una aldea cerca de Coruche, que el aún joven Vítor
Brotas, encontró los senderos decisivos para sus elecciones profesionales, más
adelante.
Vítor Brotas: Yo era un muchachito aún, cuando mi padre muy
joven también (una cosa que es muy rara) enfermó del mal de Parkinson. En esa
época no existían tratamientos, es decir, la primera medicina que hubo
disponible en ese tiempo fue el ARTANE que era el TRIEXIFENIDIL, pero aquello
no hacia gran cosa.
A propósito de esto hubo historias muy interesantes. Mi padre
fue operado por un médico (no voy decir el nombre), a la enfermedad de
Parkinson, lo que se dice una
TALAMOTOMIA SUBCORTICAL, que era lo que se hacía en aquel entonces. En ese
tiempo, ese médico que trabajaba en los Capuchos, lo operó en una clínica
privada. Pero nosotros éramos una familia muy pobre y yo quedé muy
impresionado. Yo tenía 6 años y cuando estábamos esperando a mi padre (mi padre
vino en el taxi del sr. João de Cavaco, que era... uno, de los pocos, taxis que
había en Coruche).
Y mi madre nos dijo, (nosotros estábamos sentados en un pequeño
sofá que teníamos allá en la casa) y mi ella nos dijo:” ahora uds. (éramos tres
hermanos, uno había muerto), uds. van a buscar sus cochinitos e darle todo el
dinero a su padre, porque la operación fue muy cara”. Yo recuerdo que en esa
época la operación custó 16 “contos”.
Me quedé muy impresionado.
Como es posible que alguien tan pobre, como lo eran mis padres, aún había
podido tomar 16 contos para pagar al médico que lo había operado en régimen
privado? Parece que fue imprescindible…total…no importa, pero me quedé
muy impresionado. Aquello me tocó muy adentro. Cuando ofrecimos el dinero a mi
padre, me acuerdo de haberlo visto llorar por primera vez en mi vida, yo nunca
lo había visto llorando y eso me marcó.
Pero una vez, a las 5h de la mañana, estaba yo en el servicio de
urgencias cuando me llegó un
paciente que se había intoxicado
intencionalmente, con una medicina, un barbitúrico. Quien era esa persona? Era
el médico que había operado a mi padre. Y ese colega quedó unos momentos allí y
yo pensé: “Hay que ver como son las
cosas…”y con el venían el hijo y la esposa los cuales no estaban de acuerdo:
uno quería que el padre se salvase lo que es muy fácil pues con los
barbitúricos es muy fácil, pero el otro no quería, porque decía que si ele había creído que ese era el momento
de morir…y todo ese enredo…quedó un poco en mis manos todo eso y yo me quedé
allí hablando con ellos y así…a conversar un poco pero después llegamos a una
conclusión sobre lo que se debería hacer. Pero las historias tienen estos
desenlaces e tienen estas cosas a veces. Eso me quedó en la mente.
Fernando Alves: Y eso sucedió en este “hospital dos Capuchos”,
donde conversamos ahora.
Vítor Brotas: Yo no quería contar esta historia, pero esto es
para decir que este pequeño pormenor fue de gran relevancia para mi vida,
porque me suscitó y creó también un deseo: me gustaría mucho poder ofrecer algo
a alguien, algún día, pero que fuera aún más gratis, aún… mucho más gratis, tan
gratis que las personas no tuviesen que hacer ningún esfuerzo para que les
sucediese algo bueno a alguien.
Fernando Alves: Eso era aún, ya era, el pensamiento de un niño
de una aldea, cerca de Coruche.
Vítor Brotas: Pero era también el pensamiento de un niño. Por
ejemplo, mi padre comenzó a venir a las consultas a los Capuchos por la
enfermedad de Parkinson. Y fue muy interesante, porque él lo hizo aquí en
Portugal, en la época del lanzamiento del L’DOPA, que fue la mejor medicina que
apareció hasta hoy. Actualmente aún tenemos la fórmula LEVÓGIRA de la L’DOPA, porque en ese entonces la
L’DOPA era la mezcla RACÉMICA, pero ahora es la fórmula LEVÓGIRA. Aún la
tenemos y es muy eficaz. En esa época la L’DOPA llegó a Portugal donde se hizo
un ensayo de fase dos, que era un ensayo de toxicidad conducido por el profesor
António Damásio, que ahora está en los Estados Unidos y por el dr. Carlos
Macedo, aquí en los Capuchos.
Mi padre entró en ese estudio. Y desde entonces quedó siendo
atendido aquí en los Capuchos. Yo venía, (un niño aún de pantalones cortos) y
así…a buscar L’DOPA al hospital para llevarlo a mi casa y todo eso…es muy
interesante que el médico que después se quedó tratando a mi padre era un
colega (que yo tampoco voy a decir su nombre), que después vino a ser un
colega, pues en esa época yo tenía unos 11,12 o 13 años y venía a la consulta
acompañando a mi padre y me quedaba impresionadísimo.
Era un hombre muy delicado, extraordinario, convivía con los
enfermos con tanta bondad, con una manera de ser absolutamente extraordinaria
que yo jamás había visto en nadie, jamás. Y cuando mi padre venía con otra
persona, que no era conmigo y mi madre (mi madre siempre lo acompañaba), pero
cuando llegábamos a la casa y a la hora de la comida en el mesón (el sitio
donde se matan los puercos, esa era nuestra mesa).
Estábamos allá comendo y yo escuchaba con una admiración enorme,
las historias que mi padre contaba de aquel doctor que lo había visto: y el dr.
Tal me vio… me dijo…no sé qué…y yo quedaba…Ese fue el hombre que me condujo a
la medicina, porque fue el testimonio de mi padre, la forma como mi padre
hablaba de tanta bondad, de su manera de ser, de su forma de estar, de la
delicadeza con la que trataba a sus pacientes y todo eso; eso fue el indicador de mi camino.
Fernando Alves: Llegó a conocer a ese hombre, o no?
Vítor Brotas: Si. Claro. Y muy bien. Incluso hice mi pasantía
con el también y nunca se lo conté. Nunca le conté que él había sido determinante
para mi elección de la medicina. Nunca se lo conté…
Fernando Alves: Hizo pasantía con él?!
Vítor Brotas: Hice mi pasantía con él, a propósito. Nunca se lo
dije. Él era neurólogo. Para mí era una persona extraordinaria. Para todo el
mundo, era un hombre de una gran clase. Un gran neurólogo pero sobre todo, un
hombre muy bueno, de una gran bondad. Y yo aprendí mucho con él. Yo también iba
a sus consultas y todo eso. Una vez, se abatió una gran desgracia en su casa:
un hijo suyo falleció con una enfermedad (el hijo era muy joven aún tenía 19
años y también fue atendido aquí en los Capuchos), pero era un cancro y
falleció. E después él también tuvo la misma enfermedad del hijo, pues esta era
hereditaria. Entonces yo me dije a mi mismo:” Y esta? Que rayos…es ahora que
debo contar a mi colega lo que sucedió?”
“Es que en la vida siempre hay un tiempo cierto para contar las
cosas; ya debería habérselo contado. Ahora que todo es desgracia es como si
fuese una cosa así…pos-crisis…ehh, ahora
voy a contarte esto para animarte; no. Después me decidí y le dije: Oye
amigo, tengo que contarte algo”. Y se lo conté todo. Mi colega quedó muy
impresionado y yo también. Nos quedamos abrazados y todo, incluso porque los dos
también tuvimos una colostomía; la mía cuando sufrí el accidente durante 6
meses y él en ese momento. Cuando yo tuve la mía el me abrazaba de vez en
cuando y me decía:” ya están ellas abrazándose”…en la colostomía…que era para
darme ánimos.
Después nos abrazamos de una forma más íntima, más personal,
porque mi historia de vida había sido trazada por él. Yo estuve con él, conviví
con él y aquella forma de ser me ayudó también a tener mi cierta forma de ser.
Fernando Alves: Vítor Brotas no se cansa de
hablar de ese hombre por quien un día, aún muchachito, deseó ser médico.
Vítor Brotas: Él era un hombre de una bondad extrema, un
individuo fabuloso (espero que me esté escuchando), pero él sabe eso, él sabe
que yo sé que él es un individuo fabuloso y que me hizo alimentar este querer
llegar a ser, porque yo era un muchachito, tenía 12, 13 años, 11 años, 12
talvez. La primera vez que vine aquí al hospital dos Capuchos yo tenía 11 años,
ya estudiaba en el Seminario, (porque yo estudié en el seminario para ser padre).
Un día vine acá al hospital dos Capuchos con 11 años, porque del seminario nos
trajeron a todos a visitar el jardín zoológico. Entonces yo y mi hermano
dijimos: Oye ya que estamos aquí, vamos aprovechar para ver a nuestro padre,
nos vamos en uno de aquellos viejos taxis. Y de repente llegamos allá y le caímos en la sopa a nuestro padre que quedó
sorprendido y nos dijo: pero entonces uds. están aquí? Pues…vinimos por aquí y
vinimos ambos a verlo.
Tenía 11 años cuando vine aquí, es decir, aquí al Hospital dos
Capuchos. Pero ese hombre me dejó una marca indeleble.
Otro hombre que fue relevante para mi carrera, fue el dr.
Camilo, que era el médico de la aldea. Y yo quedé muy impresionado con el dr.
Camilo también por muchas cosas: la primera fue cuando mi madre me contó que
desde la primera vez que mi padre fue a la consulta, el dr. Camilo con apenas
pequeños indicios dijo que mi padre padecía de la enfermedad de Parkinson aun
siendo tan joven. Yo ahora reconozco que probablemente ni el 90% de los médicos
consiguen hacer eso. Y quedé muy impresionado con el también por otros muchos
motivos, incluyendo que fue él que me trató del brazo partido y porque era el
médico de la aldea y de la villa y de Coruche y todo eso. El dr. Camilo fue
también un hombre muy importante y que me dio muchas cosas buenas.
Fernando Alves: Reparo que ya usó varias veces
la palabra bondad y sabiendo que estudió en el seminario, puedo deducir que esa
palabra resulta de una especie de vocación?
Vítor Brotas: El por qué decidimos unas cosas en detrimento de
otras, no sabemos. Hay un conjunto de contingencias. Hay esto, hay lo otro y no
es apenas nuestro querer el que cuenta. Son varias cosas que en dado momento
somos incapaces de medir. En relación al seminario fue lo siguiente: el
seminario me dio muchas cosas buenas. Yo estuve allá 4 años, me gustó mucho y
me trataron muy bien. Quedo impresionado al ver como los padres o prefectos que
en esa época eran muchachos de 20 y tantos 30 años, eran personas tan bien
preparadas para ayudarnos.
Solo había uno que era un poquito arrogante, pero ese…pues…era
un pobre diablo. Ahora los otros eran efectivamente muy buenas personas, nos
enseñaron mucho, nos ayudaron mucho. Fueron grandes educadores, eran personas
muy buenas. Pero yo perdí la fe en ese sentido, aquella fe como católico, como
creyente en Dios que acompaña el Hombre mientras el Hombre anda en este mundo.
No creo en eso. Creo más en otro tipo de cosa, en la…
Fernando Alves: En la Humanidad…
Vítor Brotas: En la Humanidad…en cosas así. Creo más en eso. Yo
pertenezco a un tipo de médicos que son los generalistas. Yo…cuando ud. me
preguntó: entonces pero ud. es especialista en qué? Yo le respondí: yo soy
banalista. Yo divido la actividad médica en especialistas y no-especialistas.
Yo soy un, no-especialista. Las personas que dicen: ah pero ud. es un
especialista? – no. Yo no soy un especialista; creen que porque decimos que no
somos especialistas nos estamos menospreciando. No es nada de eso. El
especialista no lo es por ser una persona especial, nosotros no somos nada
especiales y aquel especialista que es especialista de los ojos, no es nada
especial, ni es más ni menos que yo, ni es más esto ni aquello…la especialidad
es lo siguiente: es dedicarnos a determinados pormenores. Es dedicarnos profundamente a cosas
estrechas. Eso es un especialista, se dedica profundamente a cosas
relativamente angostas.
Un Internista, un cirujano general, un pediatra, etc…y todo por
ahí adelante. Un clínico general y así, se dedica al conocimiento eclético, que
es aquel conocimiento más general, más extenso. Y a mí me gusta decir que soy
un banalista, especialista en cosas comunes, soy un individuo que va a todo, el
90 y tal por ciento de las cosas que se presentan en la medicina, yo consigo
abordarlas y darles orientación y pues…después existen allí pequeños pormenores
que yo tendré que tener, efectivamente, el buen sentido de pedir ayuda a un
llamado especialista que es un individuo que conoce las cosas más a fondo. Pero
dentro de esta área, los médicos generales a los cuales yo pertenezco, el
internista es un médico general, es especialista porque sacó una especialidad,
pero no debería ser considerado especialista.
Dentro de esto que yo considero médicos generales como yo soy,
la bondad es una virtud, no un defecto. Es claro que también la eficiencia y el ser un buen técnico, y tenemos que ser
realmente cada vez más buenos técnicos, tenemos que tener el material a mano
para que podamos verificar si estamos haciendo todo bien, tenemos que tener
buena información médica, tenemos que estar actualizados, tenemos que tener acceso inmediato a lo más correcto y a lo que
está científicamente comprobado y todo eso. Pero aquella otra parte, la bondad,
la disponibilidad, el hecho de no tener la palabra “no” en la boca, el no…ah
eso ahora no…eso no…ese no, no puede existir. Nosotros debemos tener siempre la
palabra SI, estar disponibles tener una cosa arrecha que voy a decir (y que mi
mujer va acabar conmigo), pero yo digo: “tener las piernas abiertas” eso se
entrena recorriendo el camino.
Fernando Alves: Por eso, aquellos gritos de hace poco al fondo
del pasillo lo obligaron a soltar todo e ir corriendo a ver lo que pasaba aun
cuando ya había desvestido la bata y permanecía en el hospital, apenas porque
lo invitamos aquí a una entrevista.
Vítor Brotas: No todos los gritos me hacen salir corriendo, pero
todos me despiertan aquello que habla
del sufrimiento y la necesidad de ayudarnos, todo eso…incluso porque en este
hospital hay un tipo de enfermos, es
decir, todos los hospitales ahora están…las personas que están en los
hospitales están muy enfermas.
Las personas que están moderadamente enfermas están en sus
casas, nosotros podemos tratarlas en el consultorio. Las personas que están en
el hospital están realmente muy enfermas. E infelizmente, también tenemos
muchas personas que están en el hospital para morir, en circunstancias de vida
muy…circunstancias muy difíciles. Tienen dolores, dificultades para respirar,
están débiles, nao tienen fuerza para comer o bañarse solos, todo eso…por lo
tanto nosotros estamos muy habituados también a prestar apoyo a estas personas
en la fase final de sus vidas. Y es una cosa que nos apena mucho también y que
llevamos siempre para la casa.
Pero en relación a esta cuestión de la actividad médica y del
sufrimiento humano y todo eso, hace algunos años antes del nacimiento de mi
hija (yo solo tengo una hija) yo pensaba que había un grupo de personas a las
cuales yo nunca podría dar mi tiempo o dar algo de mí mismo, que eran las personas
ligadas al mundo de la drogadicción y esas personas así, porque yo creía que
era muy injusto que ellas se dedicasen a eso…yo lo veía como una oportunidad
que ellas tenían o como una opción que ellas elegían.
Cuando mi hija nació yo me quedé con aquella sensación que todos
los padres tenemos: que los otros también son nuestros hijos. Es decir, cuando
nos nasce un hijo, tenemos la sensación de que los hijos de los demás también
son nuestros hijos. Y entonces comencé a mirar a esas personas y a pensar:
“pero estos también son hijos de alguien, como es posible que tu no estés
disponible para esta gente?”
Entonces comencé a disponer de tiempo para los centros de
drogadicción, para los casos de los centros de drogadicción de las comunidades
terapéuticas, de estas organizaciones no gobernamentales, de todo eso. Y comencé
a ser como un ejemplo, debido a mi actitud para con estas personas, por la
forma como las trataba, porque las trataba con cariño, con respeto como deben ser tratadas y todo eso comenzó a
correr de boca en boca y decían que yo también era el médico de esas personas.
Fue muy interesante, cuando yo estuve enfermo de mi accidente,
estuve algunos meses (incluso estuve 1 mes internado) y todo eso…y todos esos
colegas que apenas me conocían por teléfono, pero no me conocían personalmente,
todos ellos supieron que yo estaba enfermo, porque estas personas que eran sus
pacientes también, se lo decían. Incluso en la calle la gente sabia:” mira el
Brotas está enfermo. Tuvo un accidente, no sé qué…” toda esta gente me conocía
y yo los conozco a todos en la calle y conozco a todas estas personas.
He tenido lecciones de vida muy bonitas con estas personas.
Primero: gran parte de ellas son personas muy buenas. Cuando se recuperan
quedan muy agradecidos a la vida y vale mucho que invirtamos nuestro tiempo con
estas personas, vale mucho la pena. Algunos de mis colegas me dicen: “entonces
tu andas a tratar de ese individuo así tan bien sabiendo que dentro de poco él
va salir de aquí y hacer lo mismo de siempre, anda en la calle, se droga, cae
al piso no sé qué…” pero vale la pena aunque sea solo por el tiempo en que
ellos vivieron relativamente bien, con comodidad, con cariño, con comida, con
ropa lavada y con alguien que los escucha y los quiere; yo creo que eso es algo
muy bueno.
Fernando Alves: Y cuando le muere un enfermo, como se siente?
Vítor Brotas: Cuando la persona está sufriendo, cuando ya no hay
solución y pudimos aliviarle algún sufrimiento en esos días y la persona
termina por morir, yo me siento aliviado y confortado, porque nosotros tenemos
que morir. Lo que debemos hacer es tentar morir, sin mucho sufrimiento y la
familia debe hacer su luto, por lo tanto me siento en la paz de los dioses.
Si se muere alguien que no era supuesto morir, entonces ahí si
es otra cosa. Porque lo primero que me sucede frecuentemente es cuestionar mi
profesionalismo; si soy o no un buen médico. Eso es algo que me aflige
constantemente, es decir, yo voy para la casa pensando: “pero yo sirvo para
algo? No sirvo para nada? Soy buen médico, no soy buen médico?...hago mi
profesión con calidad o no? Que hago aquí?”. Ya muchas veces pensé en desistir.
Algunos colegas y sobre todo alumnos (que yo también doy unas clases) e
internistas que me dicen: “estás loco, tu eres un buen médico y tal”. Pero la
idea de desistir ya me pasó por la cabeza muchas veces y decir: “eh hombre, no
estás en nada…yo que lo voy es salir de esto, no sé qué…” después si en efecto
se muere alguien que no debía morir o por ejemplo, si tengo a alguien que aún
no se bien lo que tiene, si tengo aquella dificultad de diagnóstico, aquel
pavor del vacío que todos los médico sienten, es una angustia muy grande.
Fernando Alves: Y cuando le sucede una angustia de esas le
provoca refugiarse en Coruche y entregarse a la escultura en troncos de
árboles? Está habituado a enfrentar la angustia con el cincel?
Vítor Brotas: Con el cincel, con la motosierra, con las
lijadoras, las pulidoras, con todo eso. Pero esa no es la cuestión.
Yo no voy a los árboles con rabia!
Esta cuestión de los árboles fue interesante. Cuando yo caí de
la tal bicicleta mi mujer quiso dirigir mi energía alternativa para otra cosa.
Entonces me pagó un curso de escultura en madera en la Fundação Ricardo
Espírito Santo Silva y yo aprendí con el maestro Manuel Abrantes, que era un
hombre excepcional. Entonces me enseñó aquellas nociones básicas para hacer
esculturas.
Comencé por esculpir, hacer aquellas flores, las hojas de
acanto, todas esas cosas, la poncha no sé cuántos…y después en cierto momento
comencé a encontrar que la madera tenia algunos aspectos curiosos, porque como
sabe madera tiene un radical latino muy interesante, porque es madera-mater,
materia madre. Todo esto viene de lo mismo y en la cultura china, por ejemplo
ella es también uno de los elementos primordiales de la Tierra así como
nosotros tenemos Tierra, Aire, Fuego y Agua. Ellos tienen la madera que también
es un elemento primordial de la cultura china.
A mí me pareció muy
interesante esto de la madera, porque esta nos acompaña desde siempre. La
madera acompaña la Humanidad en muchas fases, sin hablar de los árboles que nos
acompañan en nuestra vida, es decir, el árbol vive mucho más que nosotros y nos
ve crecer y tal…y después morir y todo eso. Y a mí me pareció muy interesante
porque, por ejemplo, los primeros árboles con los que trabajé, sucedió así:
Aquí en el Hospital dos Capuchos habían ocho” Sophoras
Japónicas”, que eran unos árboles que estaban aquí en el hospital (no voy
explicar porque motivo, sería mucho tiempo gasto y no vale la pena ), pero la
“Sophora” vino del Oriente para acá, de la China para acá, por un rey francés
(tampoco vale la pena explicar eso y los motivos), pero allí al final del siglo
XVIII y después al final sobre todo del siglo XIX, fue cultivada en muchas
ciudades como árbol decorativo por varios motivos.
Ellas estaban acá en los Capuchos y para construir el
departamento de tratamiento del cáncer, en el área de Oncología, el
Departamento del Hospital de Oncología, se arrancaron, se cortaron seis”
Sóphoras” y yo estuve leyendo algo sobre ellas y encontré muy curioso que
dentro de los árboles, la “Sóphora” es la más importante para la medicina
china. Dentro de los árboles, porque existen muchas plantas en la cultura de la
medicina china, pero dentro de los árboles ella es la más importante.
También me pareció muy curioso que ella es usada para muchas
cosas en la China: como diurético, etc. Etc…y posee un alcaloide (una
substancia química), un alcaloide que se extrae y que sirve para tratar el
cáncer. Eso me pareció muy curioso, que precisamente en el sitio de donde se
arrancan los árboles que sirven para curar el cáncer, se construya el
departamento de oncología.
Después el profesor Pereira Alves que era el Director Clínico
del hospital, o el director del hospital, ya no me acuerdo, él que me disculpe,
pero no importa, dijo:
-Dejen por lo menos dos (pero él conocía la historia de las
“Sóphoras”) fue él que dijo:
-Hay dos que no se arrancan.
Y una quedó incluida dentro del departamento para tratar el
cáncer, incluso se ve muy bonita, metida
allá dentro y la otra a la puerta. Aquello me gustó e dije:
-“Muy bien. Es precisamente en un árbol con historia que yo voy
intentar trabajar y darle alguna expresión”. El árbol naturalmente ya tiene su
propia expresión porque…por varios motivos; porque el sol anda de un lado para
otro y ella gira en el sentido…su crecimiento gira en el sentido de como el sol
la acompaña, después el viento, después no sé qué más…por lo tanto el árbol
tiene su expresión estética que nosotros
también podemos explorar. Por eso, explorando un poco, esa expresión estética,
quise exaltar uno de los árboles que para la cultura china es muy importante. Y
quien quiera saber más puede ir a la NET y ver lo que es “Sóphora Japónica”,
que actualmente se llama “Styphnolobium Japónico”, por otros motivos, porque ya
no pertenece a la variedad, por varios motivos, porque…no puedo explicar todo
porque hay mucho que decir…no tiene” Briófitas” en la raíz.
Existe la “Robínia Pseudoacácia”, que es una variedad cercana,
pero…el que esté interesado puede investigar porque es tan importante y fue mi
primer árbol. Mi proyecto inicial era esculpir los principales árboles de la
ciudad. Era la “Sóphora”, la “Robínia Pseudoacácia”, por otros motivos también
y era el pseudo…el falso Incienso, porque ellos tres tienen una expresión y
tienen una historia que vale la pena ser contada y que vale la pena esculpir
esos árboles, porque ellos tienen historias interesantes. Es decir, todos los
árboles tienen historias interesantes, las ciudades también.
Mi proyecto era el motivo por el cual ellas fueron plantadas
aquí y no allí; pero mientras tanto se atravesaron otras cosas en mi camino,
por ejemplo, el único almendro que había en mi aldea, la que yo escalé tantas
veces para robar almendras al sr. Pinto, una vez llegué allá había habido un
incendio y se quemó. Entonces yo llamé al nieto del sr. Pinto que también era
médico y le pedí:
-“Oye amigo, déjame tomar ese Almendro, dame ese Almendro”. Y él
me lo dio. Y aquel árbol que yo había escalado tantas veces cuando era
muchacho y que ardió, también fue esculpido por mí.
Fernando Alves: El Almendro de la infancia de Vítor Brotas
renació de las cenizas en una escultura hecha por ese hijo de la tierra, el
orgullo de Erra, cuyo corazón errante adoptó la bondad como método y regla de
vida. El médico que nunca dice no, de los Capuchos, anda ahora ocupado en hacer
guitarras, porque el objetivo es una investigación sobre los prodigios de la
madera en los misterios de la acústica. Es una nueva pasión de un médico al que
le gusta la madera y la escultura. Pero de la guitarra hablaremos en otra
emisión de la TSF en una noche de estas.
Transcripción y traducción: Lúcia
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